¿Estética o negocio exprés? Lo barato sí sale caro...
- Eva Galindo Martínez
- 20 may
- 7 Min. de lectura
"¿Por qué un servicio cuesta 30 € en un sitio y 100 € en otro?"
Es una pregunta que escuchamos cada día. Y aunque muchos creen que se trata de márketing o de “marcas que se suben al carro del lujo”, la respuesta es mucho más profunda...
No se trata solo de precios. Se trata de principios. De ética. De criterio. Y, sobre todo, de salud.
Vivimos en una época donde la estética se ha viralizado hasta desfigurarse. Lo que antes era un espacio de cuidado, conocimiento y transformación, hoy muchas veces se convierte en una carrera por ver quién lo hace más rápido, más barato y más viral. Y sí: en ese proceso, el sector se ha prostituido. Se ha vaciado de alma.

La prostitución de la estética: todo vale con tal de vender
Hoy en día cualquier persona puede abrir un centro, colocar una camilla, comprar productos en masa y vender un tratamiento. Sin formación real. Sin ética profesional. Sin saber cómo afectan ciertos procedimientos al cuerpo a medio o largo plazo.
Y lo más preocupante es que muchos lo hacen, porque saben que la estética se ha vuelto un producto de consumo rápido. Un “capricho” de 30 €. Una experiencia para Instagram. Una gratificación inmediata que no requiere profundidad ni criterio.
Pero lo que está en juego no es solo tu piel. Es tu salud. Tu dinero. Y el modo en que aprendes a valorarte.
Un caso muy común hoy en día es el de la depilación láser. Ves anuncios por todas partes: sesiones a 15 €, bonos por 40 € para cuerpo entero, resultados “desde la primera sesión”. Pero nadie te cuenta qué tipo de láser están usando, si el aparato está homologado, si la intensidad se ajusta a tu fototipo de piel, o si quien lo aplica tiene formación real.
Y nosotras, que sí trabajamos con rigor, estamos cansadas de oír siempre la misma historia. Chicas jóvenes que vienen al centro y nos dicen que ya no saben si hacerse el láser o no. ¿Por qué? Porque se lo hicieron hace un año en cierta cadena conocida, y no vieron resultados ni a la sexta sesión. O les quemaron. O ni siquiera les explicaron qué estaban haciendo.
Cualquier profesional que lleve un centro de depilación láser de verdad sabe que estos casos son el pan de cada día. Y claro, luego esa clienta llega al punto de desconfiar totalmente de esta tecnología. Hasta que prueba un centro donde se hace con experiencia, con seguimiento real y con resultados que hablan por sí solos. Y entonces entiende que no era la tecnología lo que fallaba, sino cómo se aplicaba y quién lo aplicaba.
Precios bajos: ¿a qué coste?
Cuando un tratamiento cuesta 30 €, siempre hay que preguntarse:
"¿Dónde están recortando para que ese precio sea posible?"
¿En los productos?
¿En la higiene?
¿En la experiencia del profesional?
¿En el tiempo de tratamiento?
¿En la atención personalizada?
En muchos de estos centros de gran volumen, lo que se prioriza es la cantidad sobre la calidad. Cuantas más personas al día, mejor. Aunque eso implique tratamientos a medias, diagnósticos inexistentes, y una atención exprés que tiene más de “producción en cadena” que de cuidado real.
Una clienta, y amiga, me contó hace un par de años su primera experiencia con el láser, cuando tenía solo 18 años. Fue a una cadena conocida, de esas que están por todas partes, y salió muy disgustada... No porque el láser doliera especialmente, sino por cómo la trataron. La "profesional" que la atendió no le miró a la cara en ningún momento. Solo le dijo, sin levantar la vista, algo así como:
“Desnúdate rápido, que tengo más clientas detrás. Ábrete de piernas y vamos al grano.”
Esa fue su bienvenida. Ni una explicación, ni una palabra amable, ni un mínimo de sensibilidad ante lo evidente: que para cualquier persona, y más si es joven, la primera sesión puede ser incómoda, invasiva y hasta vergonzosa por motivos evidentes.
Dejémonos de tonterías: este tipo de cosas no deberían pasar.
La depilación láser, como la gran mayoría de tratamientos de estética, son procedimientos íntimos. No se hace por gusto ni por comodidad. Y cualquier profesional con ética y empatía lo entiende.
¿Cómo es posible que aún hoy haya trabajadoras que traten algo tan personal como si fuera una cadena de montaje?
Sí, le costó solo 20 €. Pero nunca más volvió.
Hoy esa misma chica viene desde Barcelona a nuestro centro cada dos meses. Paga más. Tiene que desplazarse. Pero lo hace porque sabe que aquí se la escucha, se la cuida y se la respeta.
Y eso, al final, vale mucho más que el precio del bono.

Lo bien hecho cuesta: tiempo, conocimiento y honestidad
Cuando en Kybalion un tratamiento cuesta 100 €, no estás pagando por una marca. Ni por un envoltorio bonito, ni por una fachada “instagrameable”. Estás pagando por todo lo que no se ve a simple vista, pero que marca la diferencia real entre un resultado superficial y un tratamiento que transforma, cuida y respeta tu cuerpo.
Estás pagando por una profesional que no ha hecho un curso de fin de semana ni ha aprendido en YouTube. Sino por alguien con años de formación, experiencia y compromiso. Una profesional que sigue estudiando, actualizándose y adaptando cada tratamiento a la persona que tiene delante, porque no todas las pieles son iguales, ni todas las necesidades se resuelven con un molde.
Estás pagando por productos de alta gama, libres de tóxicos, que respetan tu piel, tu salud y el medioambiente. Y no por un bote comprado al por mayor por 3 € en una web cualquiera, sin control ni trazabilidad. Y eso cuesta más, sí. Pero también vale más.
Estás pagando por el tiempo real que se te dedica. Porque aquí no te metemos en cabina a correr, sin explicaciones ni preguntas. Aquí te escuchamos. Te analizamos. Creamos una estrategia personalizada para ti, basada en tu historia, tu piel, tus hábitos, tus objetivos. Y eso no se hace en 10 minutos entre cliente y cliente. Eso requiere tiempo, energía y respeto.
Estás pagando por un espacio seguro. Un entorno limpio, ético, tranquilo. Donde no eres un número. Donde tu cuerpo no se trata como un objeto a pulir, sino como parte de ti, con dignidad y criterio.
Y estás pagando también por una forma distinta de hacer las cosas: Por una visión holística, consciente, que entiende la estética como un camino de bienestar y salud, no como un producto de consumo rápido que hay que tachar de una lista.
Porque hacer las cosas bien cuesta. Cuesta dinero, cuesta tiempo, cuesta compromiso. Pero es justamente ahí donde está el valor.
¿Verdad que no es lo mismo que te regalen un coche, a que te lo hayas comprado tú, con tu sueldo, tus lágrimas y tu sudor?
Sí, podríamos hacerlo más rápido. Podríamos comprar productos más baratos. Atender más personas al día. Simplificarlo todo. Pero entonces no seríamos Kybalion. Seríamos solo otro centro más, vendiendo lo mismo que todo el mundo, al precio que sea, sin alma.
Y no vinimos aquí para eso. Y tú, en el fondo quizás, tampoco quieres esto.

La trampa de la gratificación instantánea
Vivimos en la era del “ahora”. Del “me lo hago ya”, “me lo compro ya”, “me lo creo ya”. Una era en la que lo inmediato parece valer más que lo profundo, y donde el resultado rápido se vende mejor que el proceso real.
Pero esta obsesión por la inmediatez nos está pasando factura. Estamos perdiendo el criterio... Ya no buscamos lo que de verdad nos conviene. Buscamos lo que nos haga sentir algo ya mismo, aunque ese algo dure cinco minutos. Un “clic” en la autoestima, una foto bonita, una ilusión momentánea. Y con eso, parece que ya basta.
Y claro… Cuando el objetivo es la gratificación instantánea, el precio también debe ser inmediato: bajo, accesible, sin pensar demasiado. Todo fácil. Todo rápido. Pero lo barato, ya lo sabes, muchas veces sale caro. Muy caro. Y no solo en euros.
Hablamos de pieles dañadas. De tratamientos fallidos. De dinero tirado en promesas vacías. Y, sobre todo, de un vacío interior que ninguna oferta puede llenar. Porque lo que se pierde por el camino es algo mucho más profundo: el compromiso con una misma.
Cuando algo te cuesta más, ya sea en tiempo, dinero, esfuerzo o constancia, también lo valoras más. Cuando tienes que esperar, decidir, confiar, invertir; te implicas. Creces. Aprendes. Y eso deja huella.
Pero el sistema nos ha convencido de lo contrario. Nos ha vendido que el compromiso es aburrido, que la disciplina es dura, que la constancia es opcional. Y en su lugar, nos ha puesto un ideal de éxito y belleza basado en atajos. Rápidos, estéticos… y profundamente vacíos.
Hoy es fácil hacerse una liposucción. O arreglarse las cejas. O hacerse láser por 10 €. Pero nada de eso cambiará quién eres.
Cambiar de hábitos sí. Incorporar disciplina, cuidar lo que comes, cómo te hablas, con qué productos te tratas la piel. Eso sí transforma. Eso sí tiene un impacto a largo plazo, físico, emocional y económico.
Y lo más curioso de todo es que esa transformación no se ve de golpe. No genera tantos likes. Pero se nota. Se sostiene. Se siente.
Y eso es lo que de verdad importa.
Elegir con criterio
Así que la próxima vez que veas un tratamiento a 30 € y otro a 100 €,no te preguntes solo qué incluye el precio… pregúntate qué valor estás eligiendo para ti. Qué tipo de experiencia estás buscando. Qué resultado estás esperando. Y, sobre todo, qué estás permitiendo que entre en tu cuerpo, en tu piel, en tu vida.
Porque no es lo mismo ponerte en manos de alguien que trabaja desde la prisa, que confiar en quien trabaja desde el respeto.
En Kybalion, lo decimos claro: nosotras no venimos a ofrecerte lo más rápido. Ni lo más “instagrameable”. Ni lo más barato. Venimos a ofrecerte lo mejor que sabemos hacer.
Y eso implica decisiones conscientes: formarnos continuamente, trabajar con productos seguros y libres de tóxicos, dedicarte tiempo real, no tratar a tu cuerpo como un número más en una agenda apretada.
Porque cuidar de alguien requiere presencia. Requiere escucha. Requiere criterio. Y eso es lo que tú mereces. Y lo que tú deberías empezar a exigirte también.
Por eso, cuando decimos que un tratamiento cuesta 100 €, no estamos justificando un precio. Estamos nombrando un proceso, un método, una ética de trabajo. Estamos poniendo sobre la mesa un compromiso contigo.
Y eso, créeme, se nota. Se nota en cómo te sientes al salir. En cómo confías. En cómo repites. Y en cómo entiendes, poco a poco, que no se trata solo de “verse bien”, sino de estar realmente bien.
Así que sí: elige con criterio. Porque cuando eliges calidad, también te estás eligiendo a ti. Y eso es lo único que nunca pasa de moda.
Muy buena reflexión! Totalmente de acuerdo!👏🏻